Es finales del siglo XXI y
sentada al borde de una montaña Palabra contempla con pesadumbre las ruinas de
lo que ha sido el mundo y, por ende, las ruinas de sí mismo.
Las inclemencias del clima, las
transformaciones de la naturaleza y la insensatez humana la están haciendo
desaparecer. Los sistemas digitales en los que mal o bien circulaba ya no
existen. Los textos físicos tampoco, pues al papel el clima lo dañó o la gente
lo usó para sobrevivir.
En ciertos lugares remotos se
sabe que algunos amantes del conocimiento, arriesgando su vida y con confiada
esperanza en un futuro mejor, conservan ejemplares de lectura.
De Palabra como signo, como medio
de comunicación hablada y escrita, en lo inmediato hay pocos rastros. En muros,
avisos y otros objetos aún no destruidos se observan letras y términos, restos
de lo que fue Palabra. También hay restos de Palabra en la memoria de las
personas que se resisten a dejar atrás las presencias y las ausencias que han
marcado su vida.
Vagando en medio de la nada,
tratando de permanecer con vida, mantener en mente imágenes y palabras sobre lo
que el mundo fue y a veces narrando a otros les ayuda a los sobrevivientes a
tener esperanza y recordar quienes han sido, de donde vienen y por qué están
ahí. Gracias a los sobrevivientes Palabra aún vive.
Palabra es consciente de que le
queda poco tiempo en el mundo. Como forma de supervivencia ha optado por ceder
a la mezcla de grafías de diferentes idiomas y, como en el pasado, por la
mezcla de términos de distintas lenguas, sin embargo, no ha sido suficiente.
Palabra, como un cúmulo de
cenizas, se desvanece. En su agonizar añora la sociedad que era consciente de
su importancia para ser y hacer. Los mensajes de texto, los libros, un
discurso, una película, las instrucciones de uso de un objeto, las ideas para
construir algo, todo dependía de Palabra para constituirse, para mostrarse al
mundo. Ahora se pregunta que será del lenguaje humano, ¿alguien lo recordará?
Piensa, ¿qué nuevo lenguaje surgirá si Palabra ya no está?
Realmente logra el cuento ponernos a pensar más sobre lo que decimos y el impacto que puede tener en caso de que el futuro haga desaparecer el sentido de nuestras palabras, y con ello, al lenguaje mismo.
ResponderEliminarUn relato muy poético y muy bonito.
El cuento es muy bueno y llamativo. En pocas palabras presenta una realidad distópica que desafortunadamente nos parece cada vez más posible
ResponderEliminar¡Felicitaciones Cristina!
El cuento tiene una trama que entretiene y hace querer seguir leyendo. Además va más allá de contar una historia, convirtiéndose en una crítica y llamado de atención sobre la importancia de cuidar el lenguaje.
ResponderEliminarEl cuento da una muy buena reflexión sobre la importancia de nuestro lenguaje y como con el tiempo este se ha ido extinguiendo y cambiando, esto no para bien. Además hace una invitación a cuidar y preservar el lenguaje en su esencia.
ResponderEliminarMe gusta el hecho de que Palabra se convierta en un personaje, porque esto lo hace más susceptible a la realidad y no se queda solo como una reflexión etérea.
ResponderEliminarCon esto se genera una empatía por Palabra que nos hace más comprensible el miedo a morir y ser olvidado.