Hace poco una luciérnaga tocó a
mi puerta y entró volando a mi hogar. Solitaria se refugió en mi habitación
tratando de huir, la atrapé con facilidad. Su brillo me cautivo tanto como para
quedármela y pude ver en su mirada que buscaba a su compañera, así que me
decidí en ayudarla. Es un hecho que las luciérnagas no deberían viajar solas,
para el que lo desconozca, su luz bioluminiscente es el cortejo para hallar
pareja y es raro no verlas en grupo. Presenté a mi nueva mascota a mi gata, la
vi cautivada, casi como si ya se conociesen, dejé que la luciérnaga volará a su
lado, vi la melancolía en su aleteo y así ambas parecieron amarse. Tomé
nuevamente a la luciérnaga, guardandola para que no escapará y me dispuse a
dormir para el siguiente día.
Tuve pesadillas con despertarme
con un cuerpo inerte, vi en un programa de televisión a un chamán decir las
convincentes palabras de que los espíritus quedan sujetos a aquello que esté
más cerca al morir y esa idea resonaba en mi cabeza. Mis miedos se hicieron
realidad al despertarme y ver muerta a la luciérnaga, había olvidado sacarla
del congelador y la vi inerte justo antes de prepararme el desayuno.
“La primera víctima nunca se
olvida, es como perder la virginidad, al final en ti queda una parte del otro;
sus fluidos, orgasmos, placeres, gemidos, fetiches.. te lo llevas contigo.
Matar no es tan diferente de tener sexo si lo pensas de ese modo, el alma del
otro queda impregnado en ti, con el alma vienen sus aspiraciones, miedos,
sentimientos..” Bostecé desanimado y le pregunté acariciando la cabeza a mi
gata: “¿Quieres ser parte de mí al morir?”.
Más tarde tocaron a la puerta de
mi apartamento, era la anciana que veía cada que iba a misa, nunca me acordaba
de su nombre. Conversamos un buen rato pero me estaba hartando de sus
preguntas.
“Lo de esas dos chicas me ha
dejado muy triste, parecían quererse la una a la otra y se esfumaron, muchos
dicen que escaparon como una parejita”.
Le miré incrédulo y le respondí:
“Que el señor las guíe por el camino correcto y no del pecado, porque una
parejita de esas solo es germen de lujuria” la mujer me miró consternada “Ojalá
cristo le llegué a sus corazones y Dios les permita ver de nuevo a sus padres,
son muy jóvenes, yo a su edad también hice cosas locas, espero que no pasen por
nada malo”.
Un grito asomó de mi cuarto, mi
gata lloraba de dolor. “¿Sucede algo en su casa?” preguntó aquella anciana
fisgona “Una película que dejé reproduciendo ¿quiere más café?”.
Aquella noche luego de volver de
la misa mi gata gruñó y aulló de dolor hasta caer muerta en un charco de
sangre. Ya quieta le abrí el estómago con corte de cirujano. Su corazón, sus
orejas, sus ojos, sus manos, pies y sus labios, los guardé con cuidado en
frascos de custodiol. Lo restante lo arrojé al río en la mañana.
Me cautivó la belleza como
quedaron ambas, el corazón de mi gata y las manos de la luciérnaga decorando mi
escritorio.
Perturbador. No como reproche, sino como admirativo. Me deja con mucho para pensar.
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