sábado, 1 de junio de 2024

Lacus Solaris de Estefanía Rendón Villa

Había una vez una joven mujer en una época moderna.

Ella quería desesperadamente liberarse de las ciudades. Quería dejar atrás el bullicio y la contaminación, las mentiras y las conveniencias que se acarrean al compartir con otros seres humanos. Pero sobre todo, su deseo más fuerte era olvidar todos esos vínculos complicados y a veces carentes de sentido -en su perspectiva-

Su anhelo era tan fuerte que un día ya no pudo soportar más. Sin decir nada desapareció de la sociedad, se alejó en busca de los bosques y la naturaleza. Estuvo por tanto tiempo allí sin hablar y sin pensar en nadie que poco a poco fue olvidando a todos y todo. Incluso olvidó quién era y cuál era su nombre. Sobrevivió de la forma cruda y salvaje en la que debe hacerse en el mundo animal e hizo de su morada una laguna en un claro virgen y limpio de cualquier contacto humano. Todos los días nadaba allí, renacía y nunca le parecía que hubiera otra felicidad más allá que esa que no tenía que compartir, sino simplemente sentir con sus movimientos y su libertad.

Fue la monotonía quien la volvió a sacar lejos de los bosques. Habían pasado ya años sin salir al mundo exterior, y aunque su mente ya no recordaba nada, su cuerpo aún conservaba la memoria muscular. Las emociones que salen a flor de piel a menudo se manifiestan con una aceleración en el pulso, piel de gallina, dolores de cabeza e incluso lágrimas que sin razonamiento o instinto alguno se escapan.

Después de un tiempo, entonces, se dió cuenta que de nuevo algo le faltaba.

La mujer regresó a una de las ciudades de los humanos una mañana, la gente que pasaba por su lado la miraba como una lunática y no reconocía en ella ni una brecha entre el salvajismo que presentaba y la poca humanidad que aún le quedaba, al menos en apariencia. Más bien como si fuera un perro o un gato abandonado, la veían pasar por las calles sin rumbo.

"¿Sol?" Una voz la llamó de repente. No sabía si este era su verdadero nombre, no sabía si reconocía la voz

Cuando se dió la vuelta, frente a ella había una mujer de -probablemente- su misma edad. Aquella muchacha sólo le dió varias miradas, estando bastante conmovida. Parecía que hubiera visto un fantasma y que casi se fuera a quebrar en llanto.

"No, lo lamento, te confundí" Ella continuó "Es que te pareces muchísimo a una vieja amiga mía, pero eso no es posible porque ella murió hace ya dos años en un accidente de tránsito"

Y la mujer que había olvidado su nombre de repente se encontró queriendo llamarse 'Sol' mientras veía a la muchacha que la había confundido, irse sin dar marcha atrás. Ella no pudo llamarla de vuelta porque ya había olvidado cómo hablar.


En memoria de Katya Danae Fernández Ruiz.

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