sábado, 1 de junio de 2024

Fui yo de Jordán Alejandro Sánchez Niño

Rodrigo salía a comprar el pan para el desayuno como de costumbre. Ese día su condición lo afligía más que en los días pasados, así que caminó lenta y pasivamente en su recorrido hacia la panadería, disfrutando del ambiente de la mañana hasta donde la incomodidad le permitía. Ya en la panadería, Rodrigo se encontró con Marta y Lucía, sus dos vecinas, que estaban sentadas en una mesita tomando café.

-Buenos días-dijo Rodrigo al entrar, tratando de mostrar su mejor cara.

-Buenos días-respondieron las dos señoras afablemente.

Luego de que pasara Rodrigo y las dejara solas, las dos mujeres empiezan a conversar entre susurros.

-Pobre Rodrigo, seguramente es doloroso lo que está viviendo y, aun así, mantiene la compostura y sigue con su vida-dijo Marta.

-No hay que olvidar a Laura, quien en mi opinión es la que más sufre en esta situación-replicó Lucía-. Además, escuché que Rodrigo ni siquiera quería.

No tuvieron tiempo de terminar cuando Rodrigo ya estaba de vuelta. Tomaron un sorbo de café para disimular y se despidieron de él, que iba de regreso con una bolsa en la mano anhelando el desayuno, con la esperanza de que le ponga fin a la pesadumbre de ese día.

-Ya llegué-gritó Rodrigo entrando a la casa.

Su novia lo esperaba con la comida en la mesa. Fue a lavarse las manos y de inmediato pasó a comer.

-Mira, te traje las galletas que te gustan-exclamó Rodrigo tratando de levantarle el ánimo.

Laura sintió una ligera emoción que se terminó al recordar la realidad que vivían.

-Yo sé que es difícil, es un golpe que no esperábamos, pero debemos seguir adelante, juntos podemos hacerlo.

Las palabras de Rodrigo aliviaron un poco a Laura. Por el contrario, Rodrigo se sentía realmente mal por dentro, su malestar empeoraba cada vez más, verla sufrir por su culpa era un martirio que aumentaba las náuseas y la irritación de su cuerpo.

Al terminar el desayuno, Rodrigo se escapó sin decirle a Laura y fue de urgencia al hospital. Allí lo atendió el doctor García, quien luego de oír hablar a Rodrigo sobre sus síntomas, dio su diagnóstico.

-Hay algo en su cuerpo que debe expulsar porque ya no lo puede retener, quizás nunca pudo, pero igual asumió la carga. Hay casos en los que esta condición no afecta al individuo, y hay otros en los que es un veneno, los secretos no son para todo el mundo, son casi como mentir. Yo le recomiendo que deje salir esas palabras.

Las palabras del doctor sacudieron a Rodrigo, quien sin pensarlo salió corriendo a buscar a Laura, fue como si hubiera aterrizado y tomado conciencia de lo sucedido. ¿Cómo pudo haber hecho eso?, ninguna de sus justificaciones pasadas valía como excusa ahora. Abrió la puerta con urgencia, buscó a Laura por todas partes hasta que quedaba solo un rincón en la casa, fue directo a la habitación y allí estaba ella, guardando la ropa del bebé. Rodrigo tragó saliva, respiró profundo y dio un paso al frente, era hora de sacar la espina que tanto le irritaba la conciencia:

-Laura lo siento, no fue ningún accidente. Yo maté el bebé.

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