Rodrigo salía a comprar el pan
para el desayuno como de costumbre. Ese día su condición lo afligía más que en
los días pasados, así que caminó lenta y pasivamente en su recorrido hacia la
panadería, disfrutando del ambiente de la mañana hasta donde la incomodidad le
permitía. Ya en la panadería, Rodrigo se encontró con Marta y Lucía, sus dos
vecinas, que estaban sentadas en una mesita tomando café.
-Buenos días-dijo Rodrigo al
entrar, tratando de mostrar su mejor cara.
-Buenos días-respondieron las dos
señoras afablemente.
Luego de que pasara Rodrigo y las
dejara solas, las dos mujeres empiezan a conversar entre susurros.
-Pobre Rodrigo, seguramente es
doloroso lo que está viviendo y, aun así, mantiene la compostura y sigue con su
vida-dijo Marta.
-No hay que olvidar a Laura,
quien en mi opinión es la que más sufre en esta situación-replicó Lucía-.
Además, escuché que Rodrigo ni siquiera quería.
No tuvieron tiempo de terminar
cuando Rodrigo ya estaba de vuelta. Tomaron un sorbo de café para disimular y
se despidieron de él, que iba de regreso con una bolsa en la mano anhelando el
desayuno, con la esperanza de que le ponga fin a la pesadumbre de ese día.
-Ya llegué-gritó Rodrigo entrando
a la casa.
Su novia lo esperaba con la comida
en la mesa. Fue a lavarse las manos y de inmediato pasó a comer.
-Mira, te traje las galletas que
te gustan-exclamó Rodrigo tratando de levantarle el ánimo.
Laura sintió una ligera emoción
que se terminó al recordar la realidad que vivían.
-Yo sé que es difícil, es un
golpe que no esperábamos, pero debemos seguir adelante, juntos podemos hacerlo.
Las palabras de Rodrigo aliviaron
un poco a Laura. Por el contrario, Rodrigo se sentía realmente mal por dentro,
su malestar empeoraba cada vez más, verla sufrir por su culpa era un martirio
que aumentaba las náuseas y la irritación de su cuerpo.
Al terminar el desayuno, Rodrigo
se escapó sin decirle a Laura y fue de urgencia al hospital. Allí lo atendió el
doctor García, quien luego de oír hablar a Rodrigo sobre sus síntomas, dio su diagnóstico.
-Hay algo en su cuerpo que debe
expulsar porque ya no lo puede retener, quizás nunca pudo, pero igual asumió la
carga. Hay casos en los que esta condición no afecta al individuo, y hay otros
en los que es un veneno, los secretos no son para todo el mundo, son casi como
mentir. Yo le recomiendo que deje salir esas palabras.
Las palabras del doctor sacudieron
a Rodrigo, quien sin pensarlo salió corriendo a buscar a Laura, fue como si
hubiera aterrizado y tomado conciencia de lo sucedido. ¿Cómo pudo haber hecho
eso?, ninguna de sus justificaciones pasadas valía como excusa ahora. Abrió la
puerta con urgencia, buscó a Laura por todas partes hasta que quedaba solo un rincón
en la casa, fue directo a la habitación y allí estaba ella, guardando la ropa
del bebé. Rodrigo tragó saliva, respiró profundo y dio un paso al frente, era
hora de sacar la espina que tanto le irritaba la conciencia:
-Laura lo siento, no fue ningún
accidente. Yo maté el bebé.
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