Óscar no estaba enojado, sino más
bien impresionado. Después de todo había conseguido lograr traer el tema a
discusión con la ayuda de quien menos había esperado.
Meses atrás la novia de Óscar,
Victoria, se había mudado con él a su apartamento. Su mamá le había dicho que
era muy pronto para un paso tan grande en su relación y un largo etcétera de
cosas. No le hizo caso, cosa de la que luego se arrepentiría profundamente.
Mientras más tiempo pasaban
viviendo juntos, Victoria se iba convirtiendo en una persona completamente
diferente. Se volvió controladora del tiempo de su novio, celosa de sus amigos
e indiferente a sus circunstancias. Cada vez que se demoraba en llegar a casa ella
lo recibía con miradas frías y acusaciones con cada vez menos fundamento.
Sin embargo, el que se llevó la
peor parte de los malos tratos de Victoria fue el perro de Óscar, Maxi. Cuando
vivían solos, estaban acostumbrados a dormir juntos en su cama. Sin embargo,
Victoria se negó profundamente a dormir con Maxi, alegando incomodidad y la
supuesta infestación de piojos del perro. Ella le acomodó un pedazo de colchón
viejo en una esquina de la sala, y Óscar pasó las primeras noches con su pareja
escuchando a su amigo gemir y rascar la puerta pidiendo entrada.
Victoria se enfurecía e insultaba
a Maxi cuándo este ejercía su anterior derecho de acostarse en cualquier cosa
que no fuera el colchón viejo o el suelo. Además, Óscar le había pedido a
Victoria que alimentara a Maxi si ella llegaba a casa antes que él. Cuando esto
sucedía, Óscar era recibido por un hambriento Maxi y una indiferente Victoria.
Óscar se había decidido a terminar su relación con Victoria, pero no podía
encontrar un verdadero motivo para confrontarla.
Un día, se levantaron e hicieron
su rutina mañanera usual. Mientras Óscar lavaba los platos del desayuno,
Victoria salió de la habitación y le preguntó si había visto su suéter
favorito. Óscar se negó, lo que llevó a la mujer a una búsqueda frenética. Victoria
ya había vaciado la mitad del clóset cuando Óscar salió a su trabajo.
Al volver en la tarde, Óscar
escuchó desde el pasillo los chillidos de Victoria insultando a Maxi, y se
apresuró a entrar en casa. Al abrir la puerta y ver el estado caótico del
departamento y sus habitantes, se enteró rápidamente de la verdad. La noche
anterior, Maxi había entrado al clóset y tomado el suéter de Victoria para
usarlo de cubrecama en su viejo colchón, dejándolo cubierto de pelos y saliva.
Victoria se había pasado el día entero buscando el suéter, tomando a Maxi como
un ser tan insignificante que no podría ser el culpable. Cuando la histérica
mujer enrolló un periódico e intentó atacar a la “asquerosa chanda maleducada”,
la paciencia de Óscar se colmó.
Tras una larga discusión, Óscar tiró el colchón a la basura, intentó arreglar su desordenado hogar y se fue a dormir junto a su amigo. Ambos tuvieron su mejor sueño en meses.
Un agradable relato para recordarnos que un buen amigo vale más que un amor egoísta e interesado.
ResponderEliminarMuy bueno.
Muy entretenido. Sí pasa eso a menudo, mezclar las mascotas con la pareja es un asunto complicado. No se pudo haber escrito de mejor manera.
ResponderEliminarUn sentido relato. Perfecto para recordar que no debemos dejar de lado lo que amamos solo porque a alguien más no le interesa o le molesta.
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